sábado, marzo 04, 2006

A mi amigo Javier la película El Guateque de Blake Edwards le acompañó en sus momentos más apáticos y le obligó a salir a la calle sin más compañía que algunos euros (por entonces pesetas), un carné y una tarjeta de crédito. ¿Se necesita algo más para salir a la calle?.

Cada vez que se acordaba de esa película sus pies obedecían fielmente a su instinto callejero, del que no presume, y se plantaban en mitad del acerado buscando guerra.

Yo hace poco compré El Guateque a un buen precio en el Templo (denominemos así desde este momento a cualquier gran superficie comercial). Siempre fue una de mis películas favoritas. Me gustaba hasta el sonido del doblaje.

La cuestión es que a mí, lejos de abrirme el apetito festivo–aventurero como a mi amigo Javier, El Guateque me conduce a una profunda nostalgia de un tiempo que ni siquiera disfruté. Padezco de nostalgia holográmica. Una falsa recreación 3D de un tiempo no vivido. Una época sólo imaginada. Pienso en Peter Sellers y una pequeña sonrisa se dibuja en la comisura de mis labios. El technicolor en su momento de gloria y una foto en blanco y negro de mis padres encaramados a una máquina excavadora.

Ese encantador tono nostálgico lo encuentro hasta en el telediario.

Me preocupa más el paso del reloj por la puerta de mi casa de lo que yo mismo podía imaginar.

Meteré la cabeza en un agujero y seguiré esperando acontecimientos.

1 comentario:

Gonzalo Vicente dijo...

En situaciones límite sacamos de dentro nuestro verdadero yo, actuamos sin prejuicios, sin ataduras. En "El Guateque", en pleno caos, el general es informado:
- General, su mujer ha caido al agua.
- Ejem... Salven sus joyas.
Excelente película.
Un saludo.