
20:00 h. La segunda parte comienza después de un descanso de año y medio.
Esta vez si que me va a costar levantar los brazos si quiero meter algún punto.
Las XXL vuelven a aparecer entre las etiquetas de mi vestuario y eso hace que me ponga manos a la obra. Las alarmas se disparan y las canas que pueblan mis patillas acentúan su intención de envejecerme aliándose con mi sobrepeso. Esto es un complot contra mi persona y hay que actuar con mano dura.
Cancha de polideportivo municipal. Aros sin red; la ausencia de red me crea inseguridad. No soy trapecista pero no puedo pensar en baloncesto y eliminar de mi cabeza el sonido orgásmico del balón entrando limpiamente en la red. Lo cierto es que en este partido los orgasmos los tenemos que dejar a un lado para dar la bienvenida a la señora Agujetas Lenguafuera. Ella si me pondrá las cosas claras al día siguiente.
Que el baloncesto es una religión es algo de lo que no tenía dudas y hoy los acontecimientos me lo han vuelto a demostrar.
Tres sujetos lanzando misiles tierra aire contra un aro sin red. Mientras, 40 personas que forman una mortífera banda de música ensayan a 5 metros de nosotros el repertorio completo de himnos procesionales con el que harán las delicias de algún sordo en Semana Santa.
Por un momento parece que estamos en el sueño húmedo de cualquier free jazzman.
Tres sujetos lanzando misiles tierra aire contra un aro sin red. Mientras, 40 personas que forman una mortífera banda de música ensayan a 5 metros de nosotros el repertorio completo de himnos procesionales con el que harán las delicias de algún sordo en Semana Santa.
Por un momento parece que estamos en el sueño húmedo de cualquier free jazzman.
El sonido es ensordecedor. Mi falta de forma y el estruendoso ensayo de estos aprendices de manifestantes caceroleros provocan en mi cerebro alucinaciones baloncestísticas.
Hago pases incribles y canastas desde distancias inabarcables mientras esos tambores machacan nuestros tímpanos. Pau Gasol nos hace un gesto desde el banquillo como queriendo salir a pista. Yo, indolente le hago otro ademán de negativa y lo vuelvo a sentar en el banco. Hoy es mi gran día.
Las cornetas consiguen perforarme el oido medio y la catarsis deportiva llega a su fin de un balonazo en la cabeza que me tumba como a un oso grizzley.
El golpe me devuelve a la realidad y me fijo en los calzones que uso para jugar. Son horribles y tienen manchas de pintura. Esta vuelta al mundo palpable ha sido demasiado dolorosa. Ya no levanto un pie del suelo y lanzo el balón como aquellas viejas glorias del baloncesto patrio, a cuchara.
Otra pedrada más y conseguiré que me expulsen del pabellón por vandalismo.
Yo sólo pretendía un minuto de evasión. Tendremos que buscar otras alternativas.
3 comentarios:
No tires la toalla. Simplemente te faltan minutos.
De todas formas tienes suerte, tú no tienes red pero tienes aros. Yo conozco un equipo benjamín que entrena al baloncesto ¡Sin aros! Cada vez que ponen unos nuevos los roban... Pero siguen en la brecha.
Un saludo.
eso es pundonor querido Harry-o.
Debe ser eso de la fuerza del deporte lo que hace que esos chicos sigan en la brecha.
Yo empecé a jugar en las salidas de ventilación de unos trasteros cuando tenía 10 años. Eran una ventanas con rejas metálicas. Cuando tirábamos el balón y sonaba el golpe en el metal era canasta.
Parece que las cosas no han cambiado demasiado desde entonces.
Un abrazo para ti y para esos sufridos jugadores benjamines.
montaman, las agujetas te harán recordar que hay que volver a pisar la cancha más a menudo. En mis tiempos mozos intenté jugar al baloncesto, pero no encontré nadie que me enseñara a hacerlo bien. Tirar a canasta se aprende sólo, con práctica, pero a circular botando es otra cuestión, por lo que me anclaba en la zona y bombardeaba desde allí.
Me has hecho recordar viejos tiempos.
Un saludo.
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