sábado, abril 15, 2006


En el transcurso de vuelta a la actividad he podido constatar que todos necesitamos de otras historias que nos aseguren el buen camino, que nos sirvan de espejo previsor de lo que nos espera, o simplemente faciliten ese momento de calma en el que nos aprieta el deseo morbido de introducirnos en las vidas de otros generalmente más desesperados que nosotros (eso es lo que creemos) y rastrear en sus desperdicios buscando la prueba del delito.
Casi todos los deshechos suelen contener los mismos conservantes y apestan de forma homogénea. Esto no lo sé por haber destripado bolsas de basura en diferentes emplazamientos. Lo sé porque las he olido. Toda la basura apesta de la misma manera indiferentemente de que contenga restos de caviar iraní o latas podridas de sardinas con tomate. De esto se desprende la conclusión definitiva. Todos comemos la misma mierda. Y eso, marca el carácter.
Hay mañanas en las que salgo de casa con cara de tostada de pan precocido. Aparentemente limpio, bien vestido, buen olor y derecho como un clavo. Cuando pasan dos minutos (a veces no llego ni al portal) me empiezo a encorvar, me vuelvo flácido, la colonia me huele a perro muerto y lo único que deseo es que me parta un rayo. El sentido lógico que impera en mí me advierte de que la causa de esta recaída se encuentra en el trabajo que tengo, el sitio en el que lo desarrollo y las relaciones que mantengo. En definitiva, me interesa más dar media vuelta y hacer como el que no sabe nada y meterme en la cama de nuevo (algún día lo haré, me lo he prometido). Sin embargo yo hago caso omiso a la lógica y me invento el culpable. La culpa de todo la tiene esa tostada asquerosa de pan manido que me acabo de tirar por encima sin poder ni tan siquiera masticar. Esa es la culpable y no la actividad creativa y trascendente que realizo con el único fin de colaborar con el buen desarrollo de la humanidad.
Si fuese tan bueno escribiendo como inventando falsas excusas autocomplacientes hoy tendría un premio Nóbel sobre mis espaldas y mis seguidores no me dejarían pasear los domingos por los centros comerciales –para Antonia con cariño-.
El alimento definitivamente es el culpable de todos nuestros males. Una sociedad obesa y compulsiva en el consumo como la nuestra, utiliza el producto alimenticio atendiendo a su sabor y no a sus propiedades nutritivas. No importa que los productos infantiles contengan esos azúcares que las propias marcas rechazan, lo que importa es que sepan bien, que sean dulces y que adhieran al prehombre a la liga de adictos al buen sabor. A partir de ese momento el camino se hará más fácil.
Qué sería de esos whoppers si el pan fuera integral (de verdad), la carne libre de fécula y no existieran las garrafas de ketchup de 5 kilos.
Es cierto que comer bien no garantiza una mayor longevidad. Dicen los expertos que si repercute en una mayor calidad de vida. Sin embargo cierro los ojos y no me imagino llegando a casa con la ansiedad desmedida y atiborrándome de lechuga iceberg como un periquito. Me resulta más fácil digerir el trago con un vaso de helado de medio litro. Además es una imagen más cinematográfica. Mucho más recurrente.
Empezaré a comer mejor. Mucho mejor. Equilibraré mi dieta. Equilibraré mi mente. Cuando todo esté equilibrado como en un anuncio de cereales de esos que te tienen todo el día en el cuarto de baño, me resultará más sencillo darme cuenta de qué es lo que me impide respirar tranquilo porque ya no habrán tostadas manidas sobre las que cargar las culpas.
Prepárate mundo.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Cambio de desayuno o cambio de afrontar la vida? Nos espera un nuevo Montaman. Impacientes nos dejas.

soyaliki dijo...

Montaman, alguna vez dejaremos de ver los aparatos urinarios de ambos sexos???

Ciao chulo.

montaman dijo...

seguramente

Anónimo dijo...

Yo te puedo hablar de desayunos y comidas y de "control mental". Sabes que de eso sé un rato. la verdad es que tu cuerpo (y tu mente) comienzan a funcionar como un maldito reloj suizo, tu piel se vuelve amarilla, se te arrugan un poquito más las manos y te salen fuerzas extras. Tus heces comienzan a parecerte interesantes y disfrutas de esa melopea secreta que se engendra en tu vientre cada tarde.
Por lo del cambio de vida, creo que te puedes liar la manta a la cabeza o tirarte en bici por una cuesta a tumba abierta o simplemente no hacer nada. Nos hemos hecho (creo) las mismas preguntas y hemos sacado (casi) las mismas respuestas. Como siempre, me llevas dos días de ventaja en esto de la vida.