
Hoy por unas horas he dejado de existir.
Fue viendo unas fotos antiguas de mi hijo cuando caí en la cuenta de que a o largo de nuestras vidas pasamos por ser diferentes personas, con diferentes cuerpos en evolución y formas de pensar bajo un cerebro creciente.
En ese momento decidí aparcar mi existencia y pararme a revisar mis antiguos yo. Quizá de esa forma podría determinar mejor mi actual persona y dedicarme a corregir errores.
Debo reconocer que mi aprensión a la muerte y mi apatía enfermiza debida a este mismo hecho, han sido otros factores que han decidido mi alejamiento de la existencia.
Una vez fuera de mí he podido ver que muchas de las cosas que creía no tenían ninguna base. No he contado con mucho tiempo porque cuando uno sale de sí mismo el tiempo juega en contra. No puedes abandonarte por más de media hora. Si te descuidas puedes perderte definitivamente. Yo sólo pretendía un pequeño alejamiento que me permitiese un espacio único de reflexión.
El poco tiempo fue suficiente para comprobar que en mis antiguos yo no habían vivido con toda la intensidad que hubieran deseado.
A la juventud se la suele relacionar con la energía desmedida pero mis antiguos yo, especialmente los adolescentes, no eran nada arrojados y la energía las administraban como administra los céntimos el señor Manuel, que con su corta pensión no tiene ni para una mala cerveza.
Ahora que los veo, a mis yo adolescentes nadie los recordará por su presencia. Yo sin embargo me recordaba con ese discreto encanto del tipo gris que promete más de lo que parece. Todo un espejismo. Al menos me alegro de no haber hecho alarde de juventud.
Mis yo preferidos son los de la infancia.
Tuve una infancia feliz y eso se notaba en mi aspecto. Un yo rollizo, saludable, con una sonrisa constante y unas gafas plateadas que empezaron a acompañarme desde los 3 años son el recuerdo de esa época. Mis padres, voluntariosos en todo momento tuvieron toda la culpa.
Me quedaba poco tiempo cuando empecé a visualizar mis yo más cercanos en el tiempo, aquellos que más me han hecho sufrir y con los que más diferencias mantengo.
No quise arriesgarme a perderme en el vacío y decidí volver sin haber llegado al fondo de la cuestión. Esos yo cercanos se volvían a escapar justo cuando casi los había alcanzado.
No quise arriesgarme a perderme en el vacío y decidí volver sin haber llegado al fondo de la cuestión. Esos yo cercanos se volvían a escapar justo cuando casi los había alcanzado.
Cuando volví a mí, tuve que sentarme. Pensé que en el fondo había tenido suerte por no desvelarme en toda mi dimensión, como era mi objetivo. Así tenía que seguir manteniendo la tensión con mi yo actual y podría compensar esa apatía que antes señalé. Es cuestión de equilibrar las fuerzas. En ese sentido me siento satisfecho de no saber a que juego en este tablero.
Abro un yogur, debajo de la tapa en la que se muestra una fantástica promoción leo la frase que me acompaña desde mis yo más remotos; siga buscando.
1 comentario:
Si puedo escribir esto es que estoy vivo. Esto no lo pueden decir todos. Vivir te concede posibilidades ilimitadas. De tan simple parece inconcebible. Si algo he aprendido es que prefiero madurar con los años y no solo envejecer.
Un saludo.
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