martes, marzo 21, 2006

el señor caracol

El señor caracol mide un metro cincuenta pero parece que midiese un metro treinta. Su complexión física es más propia de un insecto palo que de un ser humano. Es la mínima expresión de una persona. Siempre le viste una maltrecha gorra en otros tiempos blanca y un cigarrillo que si no fuese porque veo el humo salir de él pensaría que es de plástico, de esos que se usan para dejar de fumar.

Trabaja-vive en una caseta prefabricada cuidando una obra. Por la velocidad con la que la construcción avanza creo que al señor caracol le debe quedar poco tiempo de vida en su refugio. Tendrá que buscarse otra obra que cuidar como los caracoles ermitaños.
Tiene una televisión de media pulgada en blanco y negro que le acompaña noche y día. Todo en esa caseta es de su proporción. Una televisión minúscula, una pequeña mesa con una pequeña silla arrancada de algún vertedero. Incluso el perro de obra que acompaña a cualquier guardián que se preste es diminuto. A veces está frente a ti y sólo se oye su ladrido.

Al hombre caracol no le ha debido ir bien la vida. Su cara denota falta de fortuna.
Cuando paso junto a la obra le saludo efusivamente. –buenas tardes jefe-. Él me mira asintiendo con la cabeza y dejando ver una media sonrisa que delata su buen talante y sus escasas energías.
En Andalucía llamarle a alguien jefe es uno de los mayores halagos que una persona puede realizar. La falta de identidad de un pueblo en otros tiempos sometido a la voluntad de cuatro terratenientes y aún hoy heredada por la apática clase media hace que “ser jefe” para unos sea obtener el rango deseado del que antes sometía y para otros sea sinónimo de beneficioacambiodepocoesfuerzo. Creo que ambos se equivocan pero lo cierto es que es una expresión muy habitual.

Yo al señor caracol le llamo jefe con total propiedad y respeto.

Él es el jefe de sus 15 metros cuadrados. Decide sobre la decoración un tanto grunge que preside la caracola. Tiene libertad de horarios porque está 24 horas en su puesto. Habla con su perro y sabe que sin él todo seguirá igual por lo que se siente libre para moverse de un lado para otro sin ninguna responsabilidad. Su puesto es muy parecido al de esos viejos presidentes honorarios que una vez jubilados no saben que hacer con lo que les queda de vida y deciden tirarla a la basura volviendo al sitio del que salieron pero esta vez con funciones de mascota.

Por la noche el señor caracol cierra la puerta de su caseta. Su presencia sólo se hace notar por una pequeña bombilla que ilumina el lateral de la caracola. Esto me hace pensar que lejos de la vigilancia el señor caracol tiene como misión el conseguir un espacio privado y personal donde sólo él pueda estar y nadie por ladrón de ladrillos que se sea pueda arrebatarle ese momento único e irrepetible en el que la vida pasa a tu alrededor y a ti ni te va ni te viene.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Creo que conozco al señor caracol y, créeme a veces (más de las que quisiera) le envidio. Eso es vida.

Por cierto montaman, tiene usted trabajo que hacer. Por lo que veo está muy entregado, así que espero ansioso la tortura que le he asignado.

Un saludo

Gonzalo Vicente dijo...

La historia que cuentas me hace recordar que, cuando yo era pequeño, había en mi barrio un pequeñisimo quiosco de golosinas en el cual siempre se encontraba un viejo con muy malas pulgas que nos despachaba golosinas. Recuerdo que mi madre me daba una peseta y tenia para comprarme pastillas de leche de burra, gominolas, regalices, caramelos sacis... todo a diez céntimos.
Un buen día el quiosco apareció cerrado y nunca mas volvimos a ver a a aquel hombre cuya misión era endulzarnos la vida.
Un saludo.

montaman dijo...

resulta curioso que en nuestra infancia siempre haya un tipo con malas pulgas, mal talante y respondón y sin embargo le tengamos tanto cariño desde el recuerdo. En mi caso era Ángel el portero del bloque en el que vivía en Guadalajara. Pelirojo pecoso y con malas pulgas si señor. EN el fondo me tenía un cariño especial por eso me daba tanta leña. A veces me acuerdo de él. Gracias Harry-o

soyaliki dijo...

Yo tambien conoci a un señor caracol cuando era pequeña. Tambien estaba en un quiosco. No tenia dientes y parecia que siempre intentaba retener aquella lengua hiperactiva en su boca.

Siempre me pregunte si tendria casa o viviria permanentemente en el quiosco con aquellas pilas de periodicos, revistas, botes de chuches.

En fin. Muchos besotes.

soyaliki dijo...
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