
Conocí a un tipo al que todas las compañías le perseguían.
No necesitaba teléfono porque no tenía nada que contar, sin embargo siempre tenía algún vampiro en la puerta de su casa deseando clavar el diente en su línea.
ADSL pensaba que eran las siglas de algún hipermercado, así que no entendía porque en su portal siempre permanecían varios tipos armados con remos de traineras garantizándole una navegación adsl inmejorable.
No le hacía falta contratar los servicios de ninguna compañía eléctrica porque había heredado de su padre una partida de luciérnagas que además de iluminar daban un perfecto toque de sofisticación oriental a su casa. Sin embargo el sablista de los vatios le intentaba clavar un puñal todos los días cuando salía rumbo a la oficina.
Pensaba que vivir consistía en aprovechar cada instante y que nuestra propia fragilidad impedía que alguien como el sujeto de los seguros garantizase su calidad de vida a través de una póliza.
ADSL pensaba que eran las siglas de algún hipermercado, así que no entendía porque en su portal siempre permanecían varios tipos armados con remos de traineras garantizándole una navegación adsl inmejorable.
No le hacía falta contratar los servicios de ninguna compañía eléctrica porque había heredado de su padre una partida de luciérnagas que además de iluminar daban un perfecto toque de sofisticación oriental a su casa. Sin embargo el sablista de los vatios le intentaba clavar un puñal todos los días cuando salía rumbo a la oficina.
Pensaba que vivir consistía en aprovechar cada instante y que nuestra propia fragilidad impedía que alguien como el sujeto de los seguros garantizase su calidad de vida a través de una póliza.
Así transcurrían los días.
Este tipo, a fuerza de esquivar indeseables, transformó su carácter y pasó de ser un apacible señor gris a un irascible hombre encendido.
Sólo quería que le dejaran en paz con su vida pero las compañías insistían en lo contrario y se resistían a que fuera el último ser libre del planeta.
Sólo quería que le dejaran en paz con su vida pero las compañías insistían en lo contrario y se resistían a que fuera el último ser libre del planeta.
Una y otra vez los vampiros iban minando su moral. Sólo deseaba volver lo antes posible a casa. Cuando llegaba desconectaba el teléfono móvil que se vio forzado a contratar y miraba por la ventana cual era el ambiente de la calle. Si no veía a ningún merodeador bajaba a Pepe, su pekinés de pelo largo, a hacer sus necesidades. Si por el contrario pululaban por el acerado los chicos de las compañías, intentaba convencer a Pepe de los beneficios que para el riñón provocaría la continencia urinaria.
El tipo tuvo que ceder ante tanta insistencia fraudulenta y asumió el papel de consumidor-sin-salida.
Adquirió todo tipo de packs promocionales.
Las luciérnagas se revelaron ante tal muestra de traición a sus principios.
Las luciérnagas se revelaron ante tal muestra de traición a sus principios.
Una noche al llegar a casa y justo cuando el tipo se asomaba al balcón, las luciérnagas se encendieron a su máxima potencia (115 w.) centrando los destellos en su cara.
El tipo aturdido por la luz retrocedió, tropezó con la alfombra del salón y se precipitó por el balcón partiéndose el cráneo contra el suelo.
Las facturas del gas, del agua, de la electricidad, del teléfono, de Internet, la hipoteca, el seguro del coche, el del piso…se fueron acumulando en su buzón hasta que éste reventó.
El tipo aturdido por la luz retrocedió, tropezó con la alfombra del salón y se precipitó por el balcón partiéndose el cráneo contra el suelo.
Las facturas del gas, del agua, de la electricidad, del teléfono, de Internet, la hipoteca, el seguro del coche, el del piso…se fueron acumulando en su buzón hasta que éste reventó.
Los restos de sus facturas llegaron a manos de los teleoperadores que de forma ininterrumpida hacen lo posible por complicar aun más la pelea desigual entre consumidor-sin-salida y gigante multinacional líder del sector.
Una de ellas con espíritu de superación y ansias de escalar en el creativo mundo de los teleoperadores a tiempo parcial filtró algunos de esos restos a un jefe de sección con nariz aguileña y corazón podrido.
Las deudas de este tipo las sigue pagando hoy día un hijo ilegítimo que vive en Manila y que aspira algún día a saber en que negocios sucios se movía su padre.
3 comentarios:
Una cosa es ser teleoperador, otra cosa es ser sablista y otra diferente es ser, simplemente, delincuente. Como en el tango, todo esta revuelto y ya no se distingue quién es uno u otro.
Aquellos que tienen moral propia se suelen vengar de toda esta patulea: "No solo se puede robar un banco o a una compañía de seguros, sino que se debe". Y ya por extensión...
Un saludo.
Una cosa es ser teleoperador, otra cosa es ser sablista y otra diferente es ser, simplemente, delincuente. Como en el tango, todo esta revuelto y ya no se distingue quién es uno u otro.
Aquellos que tienen moral propia se suelen vengar de toda esta patulea: "No solo se puede robar a un banco o a una compañía de seguros, sino que se debe". Y ya por extensión...
Un saludo.
Vivimos rodeados de vampiros al acecho de cualquier mínima distracción o guardia baja para clavarnos sus colmillos. Es sangrante, y no podemos defendernos con estaca en mano, porque nunca los vemos de cerca para clavárslas en el centro del corazón, que es lo que se merecen.
Un saludo
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