jueves, julio 13, 2006


Tras varias jornadas de observación y recuento he llegado a interesantes conclusiones.
Levanto la tapa del cubo de basuras una media de 15 veces al día. Abro la nevera 22 veces. Enciendo la vitrocerámica 8 veces. La despensa la visito 12 veces; en algunas ocasiones no hago uso de mi instinto depredador y en otras arraso con lo que haya.
Dentro de la cocina se desarrolla un proceso complejo de intercambio de energía. Un escenario de dimensiones reducidas donde bailo con pimientos, botellas de aceite, zanahorias, bolsas de garbanzos, y sobre todo con mi preferida, la cebolla, la única que me ha hecho llorar hasta caer rendido.
El momento sublime de colgarme el delantal significa lo mismo que para un futbolista calzarse las botas. El inicio de la vida.

Dispongo los elementos cortados en pequeños tacos, láminas o como se precisen para la ocasión. Abro el cajón donde duermen los cuchillos hasta que son despertados por los gritos sobrecogedores de las verduras; sus próximas víctimas.
Con respetuosas palabras cargadas de afecto invito al producto estrella a que pase con nosotros y disfrute de la velada. Los pollos son seres inteligentes y notan que detrás de esa invitación hay gato encerrado. Con ellos tengo que dejarme de sutilezas.
Los peces en general suelen ser ingenuos y caen en las redes por segunda vez en sus vidas. Acceden con gusto a introducirse por sus propios medios en las cazuelas, peroles y ollas preparadas para tal efecto. Una vez dentro tengo que poner la música a un volumen considerable para no oir los gritos y balbuceos finales de nuestros amigos. Un cocinero no tiene piedad y su meta final debe ser dirigir un programa de televisión. Para eso hay que mirar siempre al frente y no dejarse llevar por sentimentalismos.
No soy cocinero de carnes. No me suele gustar el manipulado previo ni su olor. Cuando no tengo más remedio acometo mi función de la forma más limpia y rápida. No me gusta recrearme en la fibra.
Cocinar es el principio de un breve ciclo que concluirá dos horas después en la mesa cuando engullamos todo aquello que se ha preparado con esmero. En esta Falla gastronómica no se distingue a veces el comensal de lo comido ni el comedor del comedero. Los límites son casi transparentes y la sobremesa esencial para reflexionar sobre si somos realmente lo que comemos. Yo ceo que si.
Programas de adelgazamiento. Reducciones de estómago, obesidad infantil, visitas al dietista, productos “light”, pastillas adelgazantes, estreñimiento, carencia de nutrientes, exceso de grasas. Todo un plantel de argumentos que invitan a calificar nuestros hábitos caníbales de extremos. SIGA BUSCANDO.

6 comentarios:

montaman dijo...

SI hay alguien (que lo dudo) que lea este blog que no piensen que he colocado este ventas-online para encubrir mi sufrido estado de abandono que padezco por causa de la falta de comunicación con mis no-visitantes. gracias. Resistiremos incluso a los vendedores intrusos.

Anónimo dijo...

BUEEENAS. POR FIN FIN TENGO UN HUECO Y OS PUEDO MANDAR UN SALUDO.

montaman dijo...

puzle?

Anónimo dijo...

SI ESE ES EL NOMBRE QUE ME HE PUESTO A VER SI SABES QUIÉN SOY, JE,JE,JE,JE,SI TE DIGO QUE ESTOY EN EL RABADAN

Anónimo dijo...

SI ESE ES EL NOMBRE QUE ME HE PUESTO A VER SI SABES QUIÉN SOY, JE,JE,JE,JE,SI TE DIGO QUE ESTOY EN EL RABADAN

montaman dijo...

MARÍA!!!